La semana pasada estuvimos una tarde con los niños en la playa, y hoy, íbamos de excursión a la montaña con los abuelos, pero sobre la marcha hemos cambiado los planes y hemos acabado comiendo pescado al lado del mar, y hemos paseado también por la playa.
Vivimos en el interior, pero tenemos la playa relativamente cerca, en menos de una hora se llega en coche. El trayecto ha sido precioso, por un valle de naranjos y limoneros, carretera antigua, estrecha, con curvas, pasando por pueblecitos, la naturaleza en todo su esplendor de primavera, una gran presa que evacuaba agua de forma intimidante,...
Todo muy bien, con el problema de que hacia un tiempo horrible... Después de tantos días de lluvia, había un sol estupendo, por eso decidimos esta mañana ir de excursión, pero... no contábamos con el viento!! Tremendo!!
La semana pasada le gustó mucho a los niños ver el mar, que no veían desde el verano pasado. Hoy al pequeño le seguía gustando, pero al mayor no tanto, decía que no le gustaba que tuviera tanta espuma, pero sobre todo estaban horrorizados con el aire, el pequeño protestaba y el mayor, decía que se iba a volar...
Aun así, me ha llamado la atención ver a una familia, padre, madre, y dos niños, sentados en la arena, con sus abrigos (los niños incluso con los gorros) y sus cubos, palas, rastrillos, más felices que nada, jugando en la arena.
Nosotros no íbamos tan preparados, ni estaban mis hijos hoy tan entusiasmados con la climatología (ni nosotros), pero la semana pasada si que me quedé con las ganas de jugar y jugar en la arena.
Las excursiones son geniales, ya sea playa, montaña, mezcla, como nosotros hoy, es una forma de hacer algo diferente, conocer sitios desconocidos, incluso cercanos, y, juntando la experiencia de la semana pasada y de hoy, quería destacar la playa, no solo en verano, lugar estupendo para pasar una tarde divertida. ¡Afortunados los que viven cerca del mar!
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